miércoles, 20 de agosto de 2008

PANORAMA DE ACTUALIDAD

Me encanta visitar algunos blogs y comprobar que existe un gran deseo de transmitir armonía, paz interior, romanticismo, dulzura, serenidad y un sinfín de maravillosos sentimientos que forman parte de lo más bello y profundo del ser humano.

Ya sabéis que en Libro de Arena también me avine a este tipo de valores, los cuales voy a retomar en un próximo post, sin olvidar el Cajón de Sastre con sus supersticiones y anécdotas. Pero el día a día impone que los acontecimientos se sucedan, y ya sabéis que a parte de la historia, me encanta comentar la realidad, analizarla y desmenuzarla para intentar comprender en que mundo vivimos, quien nos gobierna o qué significado tiene ser humano para gobernantes y poderes fácticos.

No, no voy a comentar la crisis económica omnipresente, pero que los gobernantes que nos ha tocado en suerte – y mira que tenemos mala suerte – pretenden eludir, por demostrada ignorancia a no saberla atajar. Ni tampoco de las olimpiadas de Pekín o de la tragedia en el aeropuerto de Barajas. Hoy se trata de política de “altos vuelos”de absoluto maquiavelismo: la invasión de Rusia sobre Georgia.

Los medios de comunicación audiovisuales se limitan a informar de la evolución de los hechos, pero aun es hora de saber el por qué de los mismos, el por qué gentes sencillas han sufrido el saqueo de sus casas, la ruina de sus negocios, la destrucción de sus ciudades, y un sinfín de calamidades que conlleva una invasión militar, casi coincidente en fechas con la que antes conocida como Unión de Republicas Socialistas Soviéticas (URSS) realizó en Checoslovaquia, hace exactamente 40 años, apenas ha sido recordado – pero no han olvidado el tan cacareado mayo del 68 – y que supuso el fin del sueño de la libertad para los habitantes checos.

Con respecto a Georgia, el presidente georgiano justificó el avance de sus tropas en la provincia de Osetia del Sur el pasado día 7 como consecuencia de las provocaciones de los independentistas y del creciente papel de Rusia en esos hechos. No hay duda de que formaban parte de una operación dirigida desde Moscú. Tanto es así que, como fuentes del Departamento de Estado norteamericano están filtrando, Rice envió a un destacado miembro de su equipo, Daniel Fried, para calmar al gobierno georgiano y tratar de convencerle de no caer en una trampa de la que sólo podía salir derrotado. A pesar del aviso, Saakashvili ordenó el avance de sus tropas. Quizás porque creía que no tenía otra opción, quizás porque confiaba en que Estados Unidos y Europa reaccionarían en su favor conteniendo la maniobra rusa.

La rapidez con que se movilizó el ejército ruso, la buena coordinación con la Fuerza Aérea y el inmediato despliegue de la flota en el Mar Negro no dejan lugar a dudas de que se trataba de una operación conjunta preparada con antelación. Los rusos pudieron verse sorprendidos en el momento del ataque, pero sólo entonces. Lo buscaban y estaban preparados para actuar.

Georgia es una democracia en formación que ha apostado claramente por Europa y la Alianza Atlántica. Estados Unidos ha apoyado a este país desde la visión de un Cáucaso progresivamente democrático que actúe como ariete para trasformar Asia Central, una zona de alto valor estratégico por sus reservas energéticas amenazada por el auge del islamismo y por su inestabilidad política.

Para Rusia, sometida a un régimen autoritario, la expansión de la democracia es una amenaza, pero lo es mucho más la red de alianzas entre potencias democráticas, organizaciones internacionales y los estados situados en su proximidad. Como los dirigentes de Moscú han repetido en más de una ocasión, no quieren tener a la OTAN en sus fronteras más de lo que ya está.

Más aún, el actual núcleo dirigente añora los tiempos de la Unión Soviética, la forma más reciente de Imperio ruso, y exigen el reconocimiento de la vieja doctrina Breznez, la imposición de una soberanía limitada sobre los estados de su área de influencia. Putin nos exige que aceptemos el derecho de Rusia a ser tratada como "gran potencia", lo que en su visión implica influencia sobre las políticas de sus estados vecinos.

El premeditado ataque ruso era una medida bien pensada. Creían necesario hacer una demostración de fuerza, dada la poca audiencia que habían tenido sus declaraciones en contra del ingreso de Ucrania y Georgia en la OTAN y del despliegue de la Defensa contra Misiles Balísticos en Polonia y Chequia. A la hora de llevarlo a cabo se encontraban con dos hechos recientes que jugaban a su favor.

El reconocimiento por parte de Estados Unidos y de las grandes potencias europeas de la independencia de Kosovo suponía una abierta violación de las resoluciones vigentes del Consejo de Seguridad. Pero, al mismo tiempo, representaba un excelente precedente para la invasión de Abjacia y Osetia del Sur y su posterior segregación de Georgia. Tan ilegal es el caso balcánico como el caucásico, pero el primero suponía un argumento para el segundo. Norteamericanos y europeos no tienen legitimidad para criticar a Rusia por hacer algo que ellos previamente han perpetrado. Lo que vale para Kosovo vale para Georgia.

Estados Unidos lleva tiempo defendiendo el ingreso de Ucrania y Georgia en la Alianza Atlántica. Un buen número de estados europeos se oponen, pero sin argumentos de peso. No ha habido un debate estratégico en el que se valoren pros y contras. Todo se limitó a un estéril juego diplomático.

Putin ha elegido el momento, ha actuado con contundencia y ha logrado lo que buscaba, aunque ello implicará pagar un precio.
Rusia ha humillado a un vecino que se negaba a aceptar su vasallaje. Ha enviado un mensaje claro a todo el Cáucaso y también a las repúblicas de Asia Central. Rusia ha vuelto a ser fuerte gracias a los precios de la energía y a disponer de un liderazgo claro. No tienen reparo alguno en ejercer su poder, en utilizar sus ejércitos siempre que sus intereses así lo exijan.

Estados Unidos ha sufrido una doble derrota diplomática. Ha perdido influencia en una región de alto valor estratégico, pero también se ha puesto de manifiesto la profunda crisis de la Alianza Atlántica, en el hipotético caso de que sigamos creyendo en su existencia. Estados Unidos no ha podido o no ha sabido ejercer su liderazgo dentro de la Alianza, que ha tenido un penoso papel en todo momento. Tan penoso como el de la Unión Europea, incapaz de reivindicar con claridad desde el primer momento la integridad territorial de Georgia

Estos acontecimientos me recuerdan al preludio de la segunda guerra mundial. Los europeos de cierta edad crecieron en la idea de que el Premier Neville Chamberlain fue un traidor por haber cedido ante Hitler la soberanía de Checoslovaquia a cambio de la ilusión de evitar la II Guerra Mundial. El tiempo demostró que Winston Churchill tenía razón, que no se puede ceder ante un régimen dictatorial porque sólo se conseguirá mostrarle la debilidad propia y, por lo tanto, animarle a ir más allá. Eso fue lo que ocurrió. Con los criterios de hoy en día Chamberlain sería un halcón colonialista y Churchill un reaccionario disparatado. El primero no fue un traidor, sino un leal patriota que cometió un error fatal. No era un cobarde, sólo trataba de evitar una guerra que, a la postre, aceleró con sus actos. Los dirigentes europeos de nuestros días se parecen muy poco a Chamberlain y menos aún a Churchill.

Es fácil conocer el desarrollo de los acontecimientos, leerlos en Internet cómodamente sentados. Pero lo que me resulta absolutamente inconcebible es la pasividad de la OTAN y de la Unión Europea. La manifiesta incapacidad de la diplomacia actual, como la de los políticos, de frenar las imposiciones de estados tiránicos, para quienes la vida del ser humano no tiene ningún valor, que desprecian sobremanera el que un país se desarrolle y opte por vía democrática por elegir su forma de gobierno, me parece absolutamente despreciable.

Lamentablemente, Georgia queda demasiado lejos de nuestras fronteras, y en un país de hipotecados, parados, de excesivo número de funcionarios, y de perspectiva incierta, el hecho de que Rusia haya invadido Georgia, nos resbala. Pero no debería ser así, puesto que esta crisis está muy bien organizada, por designios del gran capital, que poco tiene de liberal, y que para sus fines, no desea ni la prosperidad ni el desarrollo ni el bienestar de los pueblos, sino subyugarlos esclavizándolos de forma consumista y materialista. Es también una forma de invasión, no militar, sin armas de fuego, pero si de nuestras vidas, de nuestro futuro y de nuestro progreso en el humanismo y el conocimiento.