miércoles, 24 de junio de 2009

EL LUCKY-3 – COMIENZO (I) INTRODUCCIÓN


Queridos colegas de blog, Que sí que hace tiempo que no me dirijo a Vosotros, que tengo Cuadernos muy abandonado. Pero eso se ha terminado. A partir de ahora, creo que he encontrado la formula y el tiempo para prestar a este espacio, la atención que merece. Y lo voy ha hacer por partida doble, pues continuaré con mis análisis de la actualidad, exponiendo historias y curiosidades y con... un relato.

Ya sabéis que la narrativa nunca ha sido mi fuerte. Sin embargo, he decidido lanzarme a ello, pues tengo un material de primera para hacerlo: mis experiencias en el restaurante donde trabajo.

Así que aquí va el primer capítulo. No se cuantos tendrá, ni si seré capaz de expresar en palabras, todo lo que acontece, pues a veces, gestos y expresiones producidos de forma imprevista, pueden ser una dificultad añadida para redondear la anécdota o la historia. Por ello, vuestra colaboración me será imprescindible: admito sugerencias, comentarios y por supuesto, críticas con el fin de poder mejorar el relato.

Espero que os guste. Hasta muy pronto.

EL LUCKY-3 – COMIENZO (I)

Mi despido del Semanario Comarcal no hacia presagiar nada bueno para mi futuro. En el peor momento, la actitud de nula comprensión hacia mi situación personal y económica: sola, con mi madre en una residencia geriátrica a causa de una parálisis cerebral, con el degoteo constante del pago de las mensualidades, de las cuotas de la hipoteca, gastos extra... por parte de los propietarios del periódico, practicantes religiosos a ultranza, vaticinaba los peores augurios.

La crisis de los noventa marcó con demasiada profundidad los sinsabores del peregrinaje de empresa en empresa a la búsqueda de un empleo. Y diez años después volvía a repetirse la misma historia. Viéndome ya en la precariedad, un golpe de suerte, de los que sólo ocurren una vez en la vida, vino en mi ayuda. Un 30 de mayo dejaba el Semanario y un 3 de junio entré en el Lucky 3.

En el preciso instante en que me comunicaron mi despido empecé a movilizarme. Las llamadas se sucedieron... y funcionó. El titular de una cadena de tres restaurantes necesitaba una alguien para que le ayudara a pasar las cuentas, pues el papeleo no era precisamente su fuerte.

La entrevista que tuve con Toni se encuadró dentro de los límites de la normalidad. Mientras esperaba, pues tenía un tema pendiente, me invitó a que tomase una café.

- No acostumbro a tomar café, pero si agradecería una botella de agua con gas.

Ambos, pertenecientes a la misma generación, nos tratábamos de Usted, y Toni quiso que le indicase yo cual sería el trabajo a realizar por mi parte, pues
- Yo prefiero más hablar con un proveedor que estar con los papeles. Tengo un proveedor que es ATTA con el que tengo problemas para que las facturas se avengan con lo que nos traen. También hay que hacer pagos y preparar los semanales.

- Entiendo que no entraña excesivas dificultades. Todo es cuestión de organizar - le dije yo.
- Yo creo que con un par o tres horas al día será suficiente Y ¿a cuanto va a cobrar las horas?

- A doce euros - respondí.
- Seguramente ¿Usted necesitará un espacio para poder trabajar? - me preguntó

- Pues sí. Al menos, para poder contabilitzar las facturas, archivo, etc.

- Eso no lo tengo aquí, lo tengo en el restaurante marítimo. Allí está mi mujer. Se llama Vicky.
- Ahora la llamaré y le diré que Usted va para allá.

Nos despedimos con el mismo apretón de manos que al inicio de la conversación, y en el momento de abonar mi consumición, me dijo que estaba invitada.

Poco podía imaginar yo que al salir de la puerta del Lucky 2, la experiencia humana y vital que viviría, me permitiría escribir estos relatos. Las vivencias y las experiencias de mis compañeros de cocina o comedor, sus actitudes ante la vida, su imaginativo y caustico sentido del humor, su especial conocimiento de la psiquie humana, con apenas recuerdo de los conocimientos básicos aprendidos en la escuela, pero con el Cum Laude de la universidad de la vida, han llegado a ser para mi la más intensa de las enseñanzas, la mundología, cuya ciencia ignoraba. Encerrada en el mundo del intelecto, de las oficinas de pequeñas y grandes empresas, apenas había percibido la grandeza de los empleos a veces mal considerados modestos.

Los clientes también formarán parte de estos relatos, pues la observación de lo que es invisible a través de la atalaya del puesto de cajera, proporciona excelentes conocimientos antropológicos, sin desperdicio alguno.