jueves, 4 de diciembre de 2008

CAJON DE SASTRE: LAS SUPERSTICIONES (y IV)

Aunque las fechas en las que nos encontramos, invitan poco a la superstición y si a la costumbre o tradición, me apetece reencontrarme con ese cajón revuelto de mil y una historias, en donde la manía o superstición tiene cabida, y que a pesar de encontrarnos en el siglo XXI, todavía existe un fuerte arraigo con situaciones tan peculiares como : Echar una moneda al aire.

Para conocer su origen, nos hemos de remontar al siglo I antes de Cristo, y nos hemos de ir a la siempre eterna Roma.

En la antigüedad, la gente creía que las principales decisiones en la vida debían ser tomadas por los dioses, y en consecuencia, se idearon formas ingeniosas de adivinación, destinadas a lograr que los dioses contestaran a preguntas importantes con un “sí” o un “no” inequívoco. Aunque las monedas, tan apropiadas para estas respuestas “a cara o cruz” fueron acuñadas por primera vez en los primeros años del siglo X a de C, al principio no se utilizaron para tomar decisiones. Fue el gran emperador romano Julio César quien novecientos años más tarde instituyó esta práctica de echar una moneda al aire; la efigie del emperador aparecía en un lado de toda moneda romana, y por lo tanto era la cara - específicamente la del César - , la que al arrojar una moneda determinaba el vencedor en una disputa, o indicaba una respuesta afirmativa de los dioses.

Y de la antigua y gloriosa Roma, a la Inglaterra de los Hannover. Avancemos unos cuantos siglos en el tiempo, para saber el por qué da mala suerte el abrir un paraguas bajo techado.

En el Londres del siglo XVIII, cuando los paraguas impermeables y provistos de varillas metálicas empezaron a convertirse en un espectáculo cotidiano en días lluviosos, su recio mecanismo de resorte los convertía en auténticos peligros si se abrían de pronto en el interior de las casas. En efecto, si uno de estos paraguas provistos de varillas rígidas se abría de repente en una habitación pequeña, podía causar graves daños a un adulto o niño, o bien romper algún objeto frágil. Aun en el caso de que el accidente fuera de poca importancia, podía provocar palabras desagradables o una seria disputa, lo cual no dejaba de ser una manifestación de mala suerte en una familia o entre amigos. Por consiguiente, la superstición surgió como elemento disuasor ante la práctica de abrir paraguas en el interior de las casas.

Y para terminar con este ciclo sobre las supersticiones, dos más: el bostezo cubriéndose al boca y el por qué la cigüeña es portadora de los bebés.

Actualmente, taparse la boca al bostezar se considera un punto esencial en las normas de urbanidad. Sin embargo, la costumbre original, procedente de Oriente Próximo, no surgió de la buena educación, sino del miedo..., el miedo de que en una exhalación gigantesca, el alma y con ella la propia vida, pudiera abandonar el cuerpo. Una mano llevada a los labios, impedía la fuga de la fuerza vital.

Con respecto a la cigüeña portadora de bebés, su origen se encuentra en Escandinavia.
Para explicar la súbita aparición de un nuevo bebé, las madres escandinavas solían explicar a sus hijos que lo había traído una cigüeña. Y para justificar el descanso en la cama, tan necesario para la madre, se decía a los niños que, antes de partir, la cigüeña había picoteado la pierna de la madre.

La necesidad de dar una explicación a los niños sobre este particular es comprensible, pero ¿por qué una cigüeña? Hace ya tiempo, los naturalistas escandinavos estudiaron a las cigüeñas y sus hábitos de anidación en las chimeneas de las casas. Estas aves, durante su larga existencia (pueden llegar a vivir hasta setenta años), volvían a la misma chimenea año tras año. Las cigüeñas adultas, pero todavía jóvenes, prodigaban grandes cuidados ya viejos o incapacitados, alimentándolos y protegiéndolos con sus alas extendidas. De hecho, los romanos impresionados por el comportamiento de estos animales, aprobaron una legislación llamada Lex Ciconaria (La ley de la cigüeña) , por lo que se obligaba a los hijos a cuidar a sus padres ya ancianos. Los griegos mostraron la misma impresión y con el término Storgue, origen de las palabras Stork en inglés y Storch en alemán designaron un gran afecto.

Por lo tanto, esta bondad de la cigüeña, junto con la conveniencia de su anidación en las chimeneas de la casa, la convertía en una criatura ideal para transportar al recién nacido. Durante siglos, esta vieja leyenda fue muy popular en Escandinavia, pero fue Hans Chistian Andersen quien en el siglo XIX popularizar el mito a través de sus cuentos.

Bien queridos colegas de blog, este es el final del Cajón de Sastre y todo el revoltijo de supersticiones aun vigentes , que perduran en los albores de la primera década del siglo XXI. Pero el Cajón es enorme y contiene aun muchas historias que contar con respecto a objetos o elementos de nuestra vida cotidiana. Así que espero que en breve lo volvamos a abrir para conocer más sobre nuestros orígenes y saber más sobre nuestras tradiciones.