miércoles, 8 de julio de 2009

EL LUCKY-3 – DESCRIPCIÓN (III)


Mis primeros días, casi semanas en el restaurante, fueron como casi todos los principios, de descubrimientos, aunque el hecho de tener a mi madre en una residencia y su posterior proceso terminal y fallecimiento condicionaron sobremanera la percepción que del restaurante tuve durante ese período.

Apenas pasaba tres horas diarias, y mi trato con el resto de compañeros no era lo fluido que es en la actualidad, pues ni siquiera al mediodía comía con ellos.

El local decorado con tonos terrosos, que le dan calidez y elegancia, sin ostentaciones, pero marcando el hecho de tratarse de una marisquería y por lo tanto, de una carta selecta con precios de acuerdo con la misma, es de ambiente agradable, - sin destacar en ello un aspecto comercial o publicitario - ideal para reuniones de negocios o lo más importante, para gentes a quienes les encanta degustar un ágape sin agobios, pagando sin rechistar y en un espacio discreto y adecuado a tal ceremonial.
Las mesas rectangulares, para dos, cuatro y alguna de seis personas. Otras dos o tres circulares, estratégicamente situadas, vestidas todas con mantel blanco, copas, platos, servilletas y cubiertos, y en cada una de ellas, un pequeño adorno floral y una botella de vino, de marca y de mucho precio por supuesto. En las mesas circulares, la botella suele ser magnum y en conjunto, dan un toque de distinción y complementan la decoración de la mesa.

No ocurre lo mismo con los clientes de fin de semana, que verdaderamente desmerecen el entorno, pero afortunadamente no hay coincidencia con los comensales que disponen de tiempo y oportunidad para acudir en un día laborable.
La cocina es grande, pero de distribución un tanto irregular, disponiendo de todos los elementos necesarios para ofrecer una carta de manjares como vieiras al foie, bacalao a la musselina, pescados salvajes al horno, almejas, berberechos, zamburiñas a la plancha, mejillones al vapor o en salsa, y por supuesto, marisco de primera calidad. A todo ello no hay que olvidar un delicioso tapeo, que puede estar compuesto de chipirones fritos, calamares a la romana, chocos a la andaluza, etc., y carnes como solomillos o entrecot de ternera al gusto. Peroel plato estrella de la casa es sin duda alguna: Arroz caldoso con bogavante, al que le sigue una espléndida paella marinera.

Un largo pasillo que en realidad empieza desde la puerta de entrada, donde está situada la caja registradora, pasando lateralmente por el lado izquierdo del comedor, conduce a los servicios y al almacén, donde suele reinar cierto desorden, especialmente por las cajas de vinos habituales en carta, pero que finaliza en la cámara frigorífica, lugar de “reposo” de las viandas y manjares, de frescura innegable.
No obstante, a mano derecha y antes de llegar a tan frío, más bien helado lugar, a mano derecha dos habitáculos más: el despacho-vinacoteca, mi habitual lugar de trabajo y “la zorrera”, es decir, el vestidor donde el personal, tanto cocineros como camareros, cambian su ropa de calle por los distintos uniformes, y viceversa, aunque también es espacio acondicionado como mini-almacen para botellas de agua, latas de refrescos y material higiénico para los servicios, todo debidamente acondicionado.

Tan peculiar nombre dado al vestidor tiene sus motivos, pues si bien mis habituales compañeros de trabajo, -suele haber personal eventual según la temporada - a los que pronto describiré, tienen sus defectos y virtudes como todo ser humano, algunos de ellos se distinguen por su escaso apego a la limpieza corporal, siendo especialmente la podología parte esencial e indiscutible de corriente dejadez, por lo que irremediablemente, tal espacio condensa efluvios epidermicos que en nada tienen que ver con Christian Dior o Channel, pero sí son marca descriptible del concepto de expresionismo abstracto de la limpieza, mucho más cercano al de la noble clase porcina que al del género humano.

Afortunadamente, los dueños del restaurante son estrictos y de un tiempo a esta parte, se ha conseguido establecer un “statu quo” entre algún que otro cocinero o ayudante, y la limpieza para beneficio de ambas partes. No obstante, de tarde en tarde es imposible evitar que “Rexona” les abandone, asqueado de no inculcar en sus mentes ese “savoir faire” por aromas y olores. Y es, en esos momentos, en que un ambientador con potencia de perfume a limón arrasadora, ejerce sus funciones como mediador, e implacablemente, se impone por la fuerza entre tufos y sudores, decorando el espacio con fragancias y buqués... hasta la llegada de una nueva batalla.

Nando, Rashid, Javito, Emy, Gabi, Antonio, Jose, Nis y algunos más forman o han formado parte del elenco estelar, y son los protagonistas absolutos del restaurante, cuyas paredes albergan alegrías y tristezas, soledades y compañías, emociones e impasibilidades... vidas anónimas como las de tantos otros, pero que en realidad constituyen un particular universo dentro del mundo del Lucky 3.