domingo, 8 de junio de 2008

THE BEST SELLER O PSEUDO-LITERATURA A LA CARTA

La literatura, como el resto de las artes, se ha convertido en todo un negocio. Tan elevado es el afán mercantilista de las editoriales, que con en el eufemismo de promoción de la cultura, venden con absoluto descaro, obras escritas por autores de dudosa preparación humanística, tanto a incautos y potenciales clientes, como a respetables programas de medios de comunicación, de forma tan sibilina, que por muy desarrollada que una tenga la capacidad intelectual, tarde o temprano cae en la trampa. Sí, lo confieso, caí en la trampa del Juego del ángel de Carlos Ruíz Zafón.

Cercana la fecha del día del libro, 23 de abril, oigo en un programa radiofónico, una entrevista al susodicho autor, quien en base a la venta de su libro La sombra del viento, promocionaba este segundo, sin desvelar demasiados detalles de su argumento, pero dijo una frase que, lo confieso, me encandiló: el protagonista visitaba “El cementerio de los libros olvidados”.
Es algo absolutamente poético y enigmático, y con visos de extraordinaria realidad, puesto que puede afirmarse con toda rotundidad, que los grandes clásicos de la literatura universal: A. Chejov, H. Balzac, Guy de Monptassant, Jane Austen, F. Dovtoievski, J.W. Goethe, Víctor Hugo, M.J. de Larra, B. Pérez Galdós, G. Flaubert, James Joyce, Virginia Wolf, Oscar Wilde, A. Camus, las hermanas Bronte, Kafka y tantos y tantos otros sin olvidar a M. Cervantes, W. Sakespeare, Voltaire, etc. etc. forman parte de ese camposanto, donde el silencio de los mortales, rinde culto a su olvido.

Bajo el hechizo de seductora frase, gasté mis correspondientes 24,50 € menos el diez por ciento, adquiriendo este y el anterior, origen real de la frase. Dejé a medio terminar un interesantísimo estudio titulado La arquitectura del poder de Deyan Sudjic, donde de forma amena y didáctica, el autor nos introduce en las relaciones de los políticos con los arquitectos, para perpetuar la memoria de los primeros a través de personalísimas construcciones, y me adentro en la Barcelona de principios de siglo, hasta los años veinte, donde el autor sitúa la acción un tanto insulsa, sin excesivos alicientes hasta la página 150, en que empieza a animarse un poquito la trama argumental, y que con el paso de las páginasm en realidad nos encontramos ante unos hechos y personajes, demasiadas veces vista en filmes para la televisión, producidos en los EE.UU, donde saben mezclar a placer misterio y romanticismo de segunda clase.

La manufactura es impecable, exquisita, diría yo; un redactado muy bien cuidado, sólida documentación, un vocabulario extenso, todo ello siguiendo los cánones básicos de cualquier texto literario. Pero NADA MÁS, porqué el resto es estética.

La industria actual de la literatura, entierra, o mejor aún, incinera sin el menor atisbo de piedad, a nombres ilustres que no tan solo eran buenos conocedores de lo que significaba escribir, sino genios que pusieron su imaginación al servicio de la cultura y el humanismo. Hombres y mujeres para quienes el hecho de plasmar en papel toda clase de aventuras, sentimientos, emociones, pensamientos, reflexiones, ensayos, filosofias,etc., era la expresión más sublime de su alma, a través de relatos donde creatividad y oficio iban de la mano sin discusión al respecto.

Y son vulgarmente sustituidos por mediocres personajillos, que a base de contactos, saben situarse cerca del poder, alimentados por una aureola de falsa calidad intelectual. Otro ejemplo lo acabo de ver en una entrevista realizada a Javier Sierra, en Intereconomía televisión.

Pero este caso, es peor que el anterior, pues tal como he podido comprobar en la entrevista, puede inducir al lector en terribles confusiones con las tramas de sus novelas, basadas en hechos reales, pero que él, a través de la ficción, da sus propias pero irreales conclusiones.

La novela histórica es un genero cultivado últimamente con demasiada frecuencia, desvirtuando a la HISTORIA, a los hechos y acontecimientos probados documentalmente, a favor de argumentos manipulados descaradamente, pues personajes reales “interpretan” papeles de ficción.

La total decadencia de los albores del siglo XXI, se manifiesta en la nobleza de las artes - puede aplicarse mi exposición al arte, la arquitectura, la música, etc. – sin que el ser humano, demasiado inmerso en la cotidianidad de una hipotecada existencia, se perciba de ello.

A pesar de la destrucción y manipulación constante del mercantilismo editorial, a los que amamos la gran literatura, la de los clásicos y la de nuestra juventud, sólo nos queda acudir al Cementerio de los Libros Olvidados, y rogar para que el alma eterna de los grandes escritores, no apague nunca la Luz de la civilización que proporcionaron.